Ahora nace UPyD, Unión, Progreso y Democracia, aunque muchos lo conocen como el partido de Rosa Díez. Pero no sólo es de ella, también lo es de Fernando Savater, Carlos Martínez Gorriarán, Albert Boadella, Mikel Buesa ... y unas cuatro mil personas más, por ahora. Cada una de ellas cree que este paso es necesario, pero ¿por qué?
Se acercan las elecciones y nos lo quieren hacer olvidar, pero quienes nos gobiernan han intentado y deseado hablar de política con delincuentes. Todo indica que pueden volver a hacerlo. ¿A cuántos votos equivale una pistola? ¿y una bomba lapa? ¿y un muerto? Si no fuera tan repugnante y tan obsceno, saltaría también a la vista cuán estúpido es negociar con asesinos.
En varias regiones de España se persigue y margina al idioma común. Si no fuera por el grave atentado a la libertad individual que significa, sería patente la estupidez de rechazar tan poderosa herramienta de comunicación entre todos.
Se rompe la igualdad y se habla de los derechos históricos de los territorios. Si no fuera tan insolidario, también nos daríamos cuenta de que significa trasladar la soberanía y los derechos políticos de los ciudadanos al terruño. Eso no es democracia.
Los partidos que se dicen de izquierdas se han vuelto nacionalistas. Aquí no voy a argumentar nada. Que lo progre sea volver a los reinos de taifas no sé si me da risa. ¿A quién puede votar un demócrata de izquierdas en España sin taparse la nariz?
¿Y la fuerza de derechas? Pacta con quien le interesa pero ni aún así consigue convertirse en alternativa para gran parte del electorado, por mucho descontento que los otros provoquen. Su mensaje no soluciona nada y su soledad y su techo electoral la mantienen como oposición inerte.
En resumen, estamos en camino de sustituir un Estado de Derecho por unas estructuras de poder regionales que lindan con el feudalismo, donde se habla de identidades nacionales en lugar de los viejos y sanos conceptos de libertad, igualdad y solidaridad. Y si algo resulta evidente, es que los partidos que nos representan, por acción o por omisión, nos conducen a esto.
Por eso nace UPyD. En su transversalidad aúna lo mejor de la socialdemocracia y del liberalismo progresista, rompiendo así el sectario enfrentamiento actual. No es nacionalista, ya que quiere que la política se centre en los ciudadanos y no en las identidades territoriales. Es laico, porque la forma de salvaguardar la convivencia es mantener las creencias en el ámbito de lo privado.
En mi opinión, sólo los adheridos incondicionales de los partidos antiguos pueden ver con recelo la irrupción de esta nueva fuerza política.
Publicado en El Heraldo de Aragón, Tribuna Ajena el 24-11-2007