sábado, 20 de noviembre de 2010

Crítica política

Ahora que se está hablando del engaño político de que muchos fuimos objeto y también de posibles acciones de denuncia pública o de creación de una futura vía para la acción política que debería haber sido y no fue, quiero exponer mis reflexiones al respecto.
A estas alturas somos muchos cientos de personas de las que en algún momento participamos en Plataforma Pro y en UPyD las que hemos constatado que fuimos engañados y utilizados. Pero eso no es lo más grave. Muchos pusimos nuestra imagen, credibilidad y prestigio al servicio y como aval de ese partido. En mi caso, no solamente como primer candidato a las generales 2008 en Zaragoza sino también durante la actividad como Coordinador de Aragón. Así, sin saberlo, transmitimos el engaño ante nuestros conciudadanos y colaboramos difundiendo un mensaje que internamente esa organización, al más alto nivel, ni se cree ni se respeta. Por ello no sería ningún disparate si ahora intentásemos subsanar y corregir la información errónea que transmitimos, comunicando los hechos para que los votantes no sean llamados a engaño. Yo lo hice en su momento y he de reconocer que me siento orgulloso de ello, ya que mi cómoda posición en el partido no me frenó en plantear la primera oposición explícita y democrática, con mi enmienda a la totalidad del Reglamento del Congreso en marzo de 2008 y en el Consejo Político de aquel mes. También me alegro de la comunicación que de ello hice en los medios. Públicamente todo empezó allí y ya nunca ha vuelto a ser lo mismo.
Sin embargo, he de decir que no veo posibilidad de construir una nueva organización, ni partido, ni asociación que pueda servirnos a todos y servir a la sociedad para aquello para lo que UPyD no sirvió. Las razones son tres.
1. Mientras exista, aún renqueante ese partido, no es viable presentarse con un mensaje político similar, ya que los esfuerzos de comunicación se diluirían teniendo que marcar las diferencias y a la vez mostrar la falsedad de uno y la veracidad de otro. El electorado no digeriría eso. A quienes deseen reeditar ese partido en lo que debería haber sido, les sugiero que esperen a que se complete su declive. Entonces será el momento de ver si permanece la necesidad de defender esos planteamientos ante la sociedad, si es que UPyD no los ha terminado de desprestigiar con su actuación.
2. La historia que nos une también nos ha desunido. Tanto yo como algunos otros, que nos rebelamos democrática e irreprochablemente contra la dictadura interna, no deseamos colaborar con personas que nos vilipendiaron por ello y que luego se han subido al grupo crítico, cuando se vieron personalmente perjudicadas o marginadas. No me refiero a quienes tardaron en enterarse de lo que realmente pasaba, porque no disponían de suficiente información ya que el partido no permitía la comunicación interna. Sí que me refiero, en primer lugar, a quienes siendo miembros del Consejo de Dirección respaldaron y votaron a favor del antidemocrático Reglamento del Congreso y unas semanas después apoyaron la apertura de los expedientes y purgas para evitar que presentásemos candidatura en dicho Congreso. Curiosamente esas mismas personas dimitieron luego, cuando constataron que no gozaban del respaldo personal de Rosa Díez en su enfrentamiento con el entonces Coordinador de Madrid. También me refiero, en segundo lugar, a las personas a las que no sólo no les preocuparon los atropellos o la falta de democracia, sino que incluso los aplaudieron hasta que afectaron a sus propias expectativas, como le sucedió recientemente a otro miembro del Consejo de Dirección. He de reconocer que ha sido divertido comprobar que ni siquiera colaborar con la dictadura evita recibir patadas de ella. Por último, tampoco deseamos colaborar con las personas que necesitan un caudillo (o caudilla) y le otorgan credibilidad absoluta, seguimiento ciego y adhesión incondicional, haciendo dejación del necesario control democrático de sus representantes o líderes. Ese tipo de personas hicieron posible que una dictadura en España durase cuarenta años y son la carne de cañón que permite a los partidos ser antidemocráticos.
3. Las ideas también nos desunen. Recuerdo cómo un reconocido economista, ahora líder opositor, proponía en un Consejo Político congelar las pensiones. La misma persona decidía, exclusivamente por argumentos económicos e ignorando lo que es la sostenibilidad, hacer el trasvase del Ebro. Esto último fue muy jaleado (y no con mucha educación) por gran parte del Consejo Político. También he oído posicionamientos sobre la energía nuclear o la renovable, emitidos sin tener ni puñetera idea de ellas. He visto que algunos acusaban al “izquierdismo” de todos los males del partido e incluso de España, mientras que sus posiciones “liberales” eran las únicas respetables. He visto “progresistas” que justificaban la ausencia de democracia en aras de una supuesta eficacia. Yo al menos no puedo compartir todo eso. Estas discrepancias no habían surgido cuando fundamos UPyD, pero ahora ya lo han hecho.
Como corolario, estoy seguro de que si nos hubiéramos plantado a la vez todos, cuando salieron a la luz los primeros atropellos antidemocráticos, la historia hubiera sido muy diferente y el partido se hubiera podido salvar. Ahora sólo queda ver cómo languidece. Hay muchas cosas positivas que aún se pueden aportar, que podemos aportar a la sociedad, pero no por esta vía.
Un saludo
P.D.: Por si alguien duda de la veracidad de lo aquí expuesto sepa que, como suelo hacer cuando me manifiesto en estos términos, dispongo de lo suficiente para respaldarlo si fuera necesario. Y de los atropellos sufridos del “aparato” de mucho más de lo necesario, incluyendo sorpresas inéditas.

viernes, 15 de enero de 2010

La vida sigue y la política también


En marzo de 2009 ya era evidente para mí aquello que antes lo fue para unos pocos y después para muchos: las intenciones políticas de Rosa Díez y sus allegados no eran las que parecían, ni resultaban compatibles con lo que nos llevó a colaborar con ellos, la regeneración democrática. Por ello, no dudé en oponerme a lo que me parecía políticamente ilegítimo y antidemocrático. La reacción que tuvo Rosa Díez en el Consejo Político del 28 de marzo ante mi intervención fue el inicio del levantamiento de las alfombras y de la caída pública de las caretas. Se podía haber resuelto la situación con inteligencia y moderación, pero ella sólo hizo gala de intransigencia y agresividad. Días después, pese a contar mayoritariamente con el apoyo de mis compañeros, fui cesado de forma arbitraria por la Dirección, como muestra de que en ese partido el poder procede de arriba y no de abajo. A partir de esos acontecimientos, colaboré a que la información fluyera. La Dirección, una vez tras otra, valoró mal la situación. Creía que los afiliados éramos todos manipulables y pusilánimes pero se vio sorprendida por lo que fue sucediendo, algunas veces muy amargamente. En sucesivas oleadas, gran cantidad de las personas bienintencionadas que impulsaron el partido, probablemente la mayoría, se fueron desencantando y abandonando, unas silenciosamente y otras no tanto. A día de hoy queda una estructura paupérrima, donde hasta los serviles y trepadores son utilizados y terminan, tarde o temprano, desengañados. Abandonadas las ideas y abandonada por las personas, poco queda allí ya.
Hay entre los que se han ido desengañados quienes quieren dedicar esfuerzos a difundir lo que saben, para evitar que la sociedad y los votantes se equivoquen en su valoración por carecer de esos datos. Supongo que están en su derecho y desde luego es comprensible que al sentirse engañados abriguen ese impulso. En mi caso, al haberme comprometido públicamente con ese proyecto fallido, mi desapego será también conocido. Sin embargo, personalmente prefiero otras actividades más constructivas. He de reconocer que ha sido un descanso dejar de tener que tratar con quienes han estropeado lo que podía ser un gran partido político. Mi calidad de vida ha aumentado considerablemente, al retomar actividades más gratas que había desatendido. En esa aventura conocí a unas cuantas personas indeseables, pero también a otras muchas estupendas. Lógicamente, es mejor pasar de aquellas y tratarse con éstas. En cuanto a la política, pienso lo mismo que cuando fundamos UPyD. Ahora, la experiencia que muchos de nosotros hemos vivido puede derivar en abandono de la actividad política o en aprendizaje. También habrá quienes tropiecen por segunda o tercera vez en parecida piedra. La cuestión no se puede resolver desde el voluntarismo ni tampoco por la vía sentimental. La necesidad política sigue existiendo. Las personas cada vez más conocemos y nos conocemos más. Es hora de pensar colectivamente sobre lo acontecido. Es hora de razonar sobre las posibilidades y la realidad. Sólo así la experiencia servirá constructivamente para algo. Sin caer tres veces en la misma piedra. Sin tirar la toalla.