sábado, 25 de octubre de 2008

Afrontar la crisis

A estas alturas de la película, ni los más optimistas seguidores del gobierno pueden ya negar la existencia de una muy profunda crisis económica. Las energías las gastan ahora en buscar culpables y soluciones más o menos espectaculares, pero nadie tiene suficiente fuerza para conseguir que la situación mundial se arregle, porque de esta magnitud es el problema. Siendo así ¿Qué actitud puede adoptarse a escala regional o incluso local? ¿Hay alguna posibilidad de intervenir?

Antes de responder a esto, conviene tener presente que al terremoto en el sector financiero seguirá muy probablemente una oleada de problemas en las empresas, derivados de dos causas: la ausencia de financiación bancaria y el frenazo del principal motor económico español, que es la construcción. Los bancos tienen problemas y restringen el crédito, en un panorama de tipos de interés más altos y riesgo de morosidad; se venden menos pisos y además de la reducción general de la actividad económica derivada, se incorpora al mercado una cadena de suspensiones de pagos, impagados, regulaciones de empleo y despidos; se reduce el consumo. Es muy probable que entremos en recesión. Desgraciadamente, España es más sensible a la crisis que otros países debido al enorme peso que el sector constructivo tiene en su actividad económica. En el caso de Aragón, a esta dependencia se suma la existente en el sector industrial de la empresa automovilística General Motors España, que de tiempo en tiempo nos da un susto y en esta crisis ya veremos qué nos da.

A primera vista, no parece muy firme una estructura empresarial tan dependiente. La idea que nos están vendiendo nuestros gobernantes de que Aragón está relativamente bien preparada para afrontar la crisis es radicalmente falsa. Las soluciones que se buscan, tipo Gran Scala, son más de lo mismo: todo o nada. Sin entrar en la oportunidad de esta macro-operación, no deberíamos seguir jugándonos la partida a una sola carta. Hay que reconocer lo acertado de iniciativas como PLA-ZA y la EXPO, pero habría que recordar que Aragón no es sólo Zaragoza y que los poderes públicos no tienen que hacerlo todo, sino crear y mantener las condiciones para que pueda hacerse.En este escenario, las líneas maestras de la política económica en Aragón deberían girar en torno a potenciar el nacimiento y supervivencia de un mayor número de PYMES, que vertebrasen el tejido empresarial aragonés y no sólo en el sector servicios, sino también en el productivo y en el industrial. Esto debería hacerse tanto mediante un paquete legislativo que las fomentara como con una adecuada política de financiación, infraestructuras y servicios, extendida a todas las comarcas de Aragón. Eso no evitará que la crisis nos alcance, pero facilitará que se creen nuevos puestos de trabajo de forma rápida y fluida, como sólo las PYMES pueden hacerlo. Algunos desempleados se convertirán en emprendedores. La economía aragonesa no dependerá ya sólo del ciclo de la construcción o de que una marca concreta venda coches. Además, se habrá avanzado en una de las asignaturas pendientes de nuestra comunidad, la vertebración del territorio, mejorando la distribución geográfica de la riqueza.

lunes, 20 de octubre de 2008

Crear problemas donde no los hay


(Publicado en El Heraldo de Aragón 28/10/2008)

Si algo no necesitamos es crear problemas donde no los hay, pero esto es lo que parece que quieren hacernos con la futura ley de lenguas de Aragón. Entre los partidos nacionalistas y los que juegan a serlo, ya han conseguido que algunos estén discutiendo si es catalán o si es una modalidad aragonesa lo que en parte de la franja oriental de Aragón se habla. No es asunto del debate político pronunciarse acerca de ello. Si acaso serán los lingüistas quienes podrán decirlo, pero en todo caso los políticos deberíamos abstenernos de inmiscuirnos en los sentimientos de las personas y lo más sensato es dejar fuera de las leyes aquello que es innecesario legislar y que sólo conseguiría molestar a una parte de los hablantes. El problema de fondo es que los nacionalismos han hecho de la lengua su principal caballo de batalla. Por unos se ve el reconocimiento del catalán en Aragón como una alienación ante el expansionismo del nacionalismo catalanista. Por otros se considera imprescindible como un episodio más de la emancipación aragonesa como una nacionalidad, que necesita una diferenciación lingüística que la fabla por sí sola es incapaz de proporcionar.

Luego discutirán sobre cómo de grande es la zona de influencia de cada lengua en Aragón. Marcar límites para el español, la fabla y el catalán es un problema que a buen seguro no hay forma de resolver sin dejar descontentos a casi todos. Eso sin contar con que cualquier mapa que se trace no será estable en el tiempo, ya que los vaivenes políticos propiciarán tensiones con toda seguridad. Después vendrán la inmersión lingüística y sus conflictos. Tarde o temprano, con la excusa de la protección de las variedades minoritarias, se abrirá la puerta a la imposición. Las personas y en especial los niños tendrán que ceder en sus derechos en beneficio de unas lenguas que recibirán mucha mayor protección que ellos. Y al final, no les quepa duda, la ley que pacten los partidos y la aplicación que nos impongan será mucho peor para casi todos los ciudadanos que la realidad que ahora vivimos.

Desde que tenemos en España la democracia, han convido entre nosotros las diferentes lenguas con naturalidad en la calle. Es cierto que en Aragón la única lengua oficial es el español o castellano, pero eso no tiene nada de extraño, simplemente porque es la lengua común, que todos conocemos. Y eso es bueno. Convertir en oficiales la fabla y el catalán, como ahora se pretende, no aportaría beneficios a los ciudadanos aragoneses. La cooficialidad generaría unos sobrecostes y unas complicaciones que todos sufriríamos, primero en nuestro bolsillo y después en nuestro trabajo, muy especialmente los funcionarios públicos. La apuesta lógica a estas alturas del siglo XXI no puede girar en el viejo binomio lengua-territorio. En una sociedad moderna, con leyes orientadas a los derechos ciudadanos y donde disponemos de una herramienta de comunicación común para todos nosotros, el progreso y el bienestar se garantiza manteniendo la oficialidad única del castellano o español en Aragón y considerando las demás variedades lingüísticas aragonesas como lo que son, lenguas vivas que se usan libremente por quienes así lo desean.