viernes, 15 de enero de 2010

La vida sigue y la política también


En marzo de 2009 ya era evidente para mí aquello que antes lo fue para unos pocos y después para muchos: las intenciones políticas de Rosa Díez y sus allegados no eran las que parecían, ni resultaban compatibles con lo que nos llevó a colaborar con ellos, la regeneración democrática. Por ello, no dudé en oponerme a lo que me parecía políticamente ilegítimo y antidemocrático. La reacción que tuvo Rosa Díez en el Consejo Político del 28 de marzo ante mi intervención fue el inicio del levantamiento de las alfombras y de la caída pública de las caretas. Se podía haber resuelto la situación con inteligencia y moderación, pero ella sólo hizo gala de intransigencia y agresividad. Días después, pese a contar mayoritariamente con el apoyo de mis compañeros, fui cesado de forma arbitraria por la Dirección, como muestra de que en ese partido el poder procede de arriba y no de abajo. A partir de esos acontecimientos, colaboré a que la información fluyera. La Dirección, una vez tras otra, valoró mal la situación. Creía que los afiliados éramos todos manipulables y pusilánimes pero se vio sorprendida por lo que fue sucediendo, algunas veces muy amargamente. En sucesivas oleadas, gran cantidad de las personas bienintencionadas que impulsaron el partido, probablemente la mayoría, se fueron desencantando y abandonando, unas silenciosamente y otras no tanto. A día de hoy queda una estructura paupérrima, donde hasta los serviles y trepadores son utilizados y terminan, tarde o temprano, desengañados. Abandonadas las ideas y abandonada por las personas, poco queda allí ya.
Hay entre los que se han ido desengañados quienes quieren dedicar esfuerzos a difundir lo que saben, para evitar que la sociedad y los votantes se equivoquen en su valoración por carecer de esos datos. Supongo que están en su derecho y desde luego es comprensible que al sentirse engañados abriguen ese impulso. En mi caso, al haberme comprometido públicamente con ese proyecto fallido, mi desapego será también conocido. Sin embargo, personalmente prefiero otras actividades más constructivas. He de reconocer que ha sido un descanso dejar de tener que tratar con quienes han estropeado lo que podía ser un gran partido político. Mi calidad de vida ha aumentado considerablemente, al retomar actividades más gratas que había desatendido. En esa aventura conocí a unas cuantas personas indeseables, pero también a otras muchas estupendas. Lógicamente, es mejor pasar de aquellas y tratarse con éstas. En cuanto a la política, pienso lo mismo que cuando fundamos UPyD. Ahora, la experiencia que muchos de nosotros hemos vivido puede derivar en abandono de la actividad política o en aprendizaje. También habrá quienes tropiecen por segunda o tercera vez en parecida piedra. La cuestión no se puede resolver desde el voluntarismo ni tampoco por la vía sentimental. La necesidad política sigue existiendo. Las personas cada vez más conocemos y nos conocemos más. Es hora de pensar colectivamente sobre lo acontecido. Es hora de razonar sobre las posibilidades y la realidad. Sólo así la experiencia servirá constructivamente para algo. Sin caer tres veces en la misma piedra. Sin tirar la toalla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En marzo de 2009 empezó todo. Yo estaba con las tesis de Brouza-Brey. No era una cuestión de listas abiertas o cerradas, debate que se ha demostrado vacio e inútil ante la facilidad con que nos plegamos a la consigna de voto. El autentico debate y el meollo de la cuestión estaba en la legitimidad del órgano que aprobó un reglamento para un congreso fundacional, que contenía los mínimos más máximos que verse pudieran.

Javier Carroquino Oñate dijo...

Así es juanespanyol, ese reglamento era la prueba definitiva de las intenciones que se nos habían ocultado a todos. Lo de las listas abiertas fue lo que más se comentó por los medios, pero la enmienda que presenté fue a la totalidad y contenía muchas más críticas, al igual que mi intervención en el Consejo Político. La Asamblea General que se celebró también se plegó con facilidad. En uno y otro ámbitos Rosa Díez hizo caudillismo y contó con seguidores, como suele pasar con los caudillos.