domingo, 3 de febrero de 2008

Democracia interna

Una de las principales deficiencias de nuestro sistema político es la falta de democracia interna en los partidos. La necesaria regeneración democrática tiene que incluir la solución de esta carencia. Entre otros comportamientos indeseables que están a la orden del día:

  • La profesionalización de los políticos, que profesan obediencia al aparato más allá de lo razonable debido a la necesidad que tienen de conservar su trabajo.
  • La estructura clientelar interna y externa.
  • Las posiciones monolíticas en los partidos.
  • El sectarismo.
  • La mezcla de tecnocracia y política invadiendo una el espacio de la otra.
  • La ausencia de procedimientos formalmente democráticos, por ejemplo, de elecciones primarias.
  • La mediocridad de algunos líderes, sustentados por la cobardía de sus bases.

La elección de las personas que han de representar a otras tanto dentro (cargos internos) como fuera (listas electorales) debe hacerse de manera democrática. Sólo pueden o incluso deben excluirse los recursos de tipo funcional (empleados), consultivo (expertos) o profesionales (técnicos y publicistas). También las ideas han de ser objeto de tratamiento democrático. Ambos aspectos, personas e ideas, están relacionados entre sí, ya que la elección de personas debe hacerse atendiendo a las ideas que defienden. Lo contrario, que un partido definiese sus ideas en función de sus líderes, sería una clara perversión. Esto último se da más a menudo de lo que en principio parecería, ya que se suman dos factores en esa dirección. Uno es la tendencia psicológica de las personas a seguir a líderes y otro es la excesiva influencia que estos tienen en los mecanismos internos de formación y selección de ideas.

Bien es cierto que la existencia de una democracia formal no es suficiente para hacerla real. Sin embargo, esa formalidad ha de ser irrenunciable. A partir de ahí, para que esos mecanismos no se perviertan, conviene dotarlos de un alto grado de transparencia y privarlos de todo lo que pueda ser favoritismo, clientelismo y amiguismo.

En realidad, hay dos cosas que nos podrían ayudar mucho en esto. Por una parte, la independencia de las personas que se acercan a la política sin vivir de ella y sin tener necesidad ni intención alguna de hacerlo. Por otra, la combinación de humildad para evitar imponer ideas a otros con el orgullo de defender democráticamente las propias convicciones.

Por último, quiero resaltar que no existe un único camino para las cosas. Algunas voces proclaman la muerte del debate ideológico. Eso equivale a decir que no estamos en una sociedad libre, sino condenada a un único e indiscutible modelo. Ni desde las ideologías ni desde la tecnocracia eso es verdad. Nunca hemos podido ser dueños de nuestro futuro tanto como ahora. Y quien desde la política, la ciencia o la técnica diga que sólo hay soluciones unívocas para las cosas esconde en el mejor de los casos su ignorancia y en el peor un deseo de imponer a los demás sus propias decisiones.

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