Nunca la sociedad española ha estado en mejores condiciones que ahora para ser constructiva, libre y plural. La transición democrática y la integración en la comunidad europea nos han convertido en una de las naciones más avanzadas del mundo.Sin embargo, las instituciones públicas y los políticos que las dirigen no saben o no quieren poner en valor todo ese potencial. En Cataluña se persigue el idioma español y se retienen los bienes de las parroquias aragonesas, en el País Vasco se habla de autodeterminación y se justifica el terrorismo, en Valencia y Murcia se exige el agua del Ebro, en Aragón nace un sentimiento de frustración. El gobierno nos separa más que nos une y vende o despilfarra la cosa común.Se está desperdiciando el enorme potencial de la cooperación.
Si nuestros dirigentes fueran capaces de identificar y cultivar lo que nos une, si supieran transmitirnos el marco de mínimos en el que casi todos estaríamos de acuerdo, existiría la solidaridad y seríamos todos más fuertes y más libres. Si rompemos la racha de dirigentes necios y conseguimos que el sentido común y la honradez guíen nuestras instituciones, la sociedad civil, los ciudadanos, podremos trabajar en un marco de libertad, igualdad y solidaridad. Y viviremos todos mucho mejor.
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